Vivimos en una sociedad en la que 450 millones de personas en todo el mundo sufren de alguna forma de trastorno mental, más de 200 millones tienes problemas de adicciones y, de acuerdo con la OMS, dentro de los próximos 20 años la depresión se convertirá en uno de los problemas de salud más importantes en los países del primer mundo. Más allá de estas estadísticas yace el sufrimiento silencioso de una buena parte de las personas que configuran nuestra sociedad: aquéllos que viven más allá del radar de los pronósticos oficiales y médicos. Personas que viven con traumas no resueltos, con la autoestima herida, envueltos en relaciones malsanas, que sufren de ansiedad social, así como personas que padecen toda una amplia gama de neurosis que interfieren con su proceso de crecimiento personal. Es evidente que actualmente hacen falta nuevas estrategias de intervención para detectar y solucionar los problemas psicosociales recurrentes a los que nos enfrentamos día a día.

Las plantas en las que ICEERS se centra han sido utilizadas durante siglos e incluso milenios por sociedades indígenas y pre-industriales para hacer frente a los problemas médicos, psicológicos y sociales de cara a reestablecer las relaciones sociales entre los miembros de la comunidad y así proteger su supervivencia. Su capacidad para inducir estados psicológicos profundamente introspectivos, así como los ajustes fisiológicos y de comportamiento que desencadenan, convierten a estas plantas en prometedoras herramientas para facilitar programas terapéuticos o procesos de crecimiento personal.

La iboga es la corteza de la raíz de la Tabernanthe iboga, planta típica del Centro-Oeste de África que se utiliza tradicionalmente en ritos de paso y rituales curativos. La ibogaína es el alcaloide de la iboga más investigado, sin embargo, otros alcaloides contenidos en la planta pueden poseer también propiedades terapéuticas.

Se ha observado repetidamente en seres humanos que con una sola dosis alta de ibogaína puede realizar una desintoxicación de opiáceos. También existe en un enorme cuerpo de literatura científica en modelos animales que prueban sus propiedades antiadictivas. Tras el tratamiento con ibogaína, se observa un periodo de duración variable caracterizado por una reducción en la necesidad y el ansia de consumir diversas sustancias, incluyendo, aparte de opiáceos, estimulantes como la cocaína, alcohol, benzodiacepinas y tabaco. Asimismo, la experiencia con Iboga facilita una revisión profunda de la historia y situación personal, además de permitir un ajuste del comportamiento y del rol de cada individuo en su familia y en la sociedad. Nueva Zelanda fue el primer país del mundo en aceptar ibogaína como medicamento en el año 2009.

La ayahuasca es una preparación hecha a base de diferentes plantas oriundas de la selva amazónica: la liana Banisteriopsis caapi es hervida junto con otras plantas, tales como Psychotria viridis (Chacruna) o Diplopterys cabrerana (Chacropanga), las cuales contienen el alcaloide dimetiltriptamina o DMT. Durante siglos, pueblos indígenas ha utilizado esta mezcla ritual de plantas con fines curativos y adivinatorios. En el siglo XX, la Ayahuasca se ha incorporado progresivamente como sacramento en iglesias sincréticas de Brasil, para extenderse luego por todo el mundo.

Actualmente el uso de ayahuasca se ha extendido a diversas partes del mundo. A pesar de la limitada literatura científica disponible demostrando las propiedades terapéuticas de la ayahuasca, un creciente numero de informes individuales resalta la importancia de investigar sus aplicaciones como herramienta terapéutica en casos de depresión, agotamiento crónico (Burn-out), duelo, adicciones, problemas en relaciones las interpersonales, traumas diversos, infantiles o adultos, y en cuidados paliativos para reducir el miedo ante la muerte, etc.